Francisco de Goya y Lucientes, nacido el 30 de marzo de 1746 en Fuendetodos, un pequeño pueblo en Aragón, España, es considerado uno de los artistas más influyentes en la historia del arte europeo y una figura clave en la transición entre el rococó y el romanticismo. Su vida y obra abarcan una época de agitación política y social en España, reflejando las tensiones y cambios de su tiempo.
Desde una edad temprana, Goya mostró un interés notable por el arte. Se trasladó a Zaragoza para aprender con el pintor José Luzán, donde desarrolló sus habilidades en la pintura. En 1763, se trasladó a Madrid, donde se unió a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aquí, comenzó a consolidar su estilo y técnica, destacándose como un talentoso pintor de retratos y escenas cotidianas.
En 1786, Goya fue nombrado pintor de la corte en el reinado de Carlos III. Esto marcó el comienzo de una nueva etapa en su carrera, que le permitió acceder a la alta sociedad y retratar a miembros de la familia real y figuras destacadas de la época. Durante sus años en la corte, Goya pintó obras célebres como La familia de Carlos IV, que muestra un retrato casi realista y crítico de la familia real española.
Sin embargo, la carrera de Goya estuvo marcada por la adversidad. En 1792, sufrió una grave enfermedad que lo dejó sordo, lo que tuvo un impacto profundo en su visión del mundo y, por ende, en su obra. A partir de este momento, su trabajo comenzó a reflejar un tono más oscuro y melancólico. En esta época, Goya empezó a explorar temas más oscuros, como la locura, la muerte y el sufrimiento humano, como se puede apreciar en sus obras Los desastres de la guerra y las pinturas negras.
El conflicto y la guerra también influyeron en Goya, especialmente durante la Guerra de Independencia Española contra la invasión napoleónica. Goya documentó los horrores de la guerra a través de una serie de grabados y pinturas, mostrando su desilusión con la humanidad y la violencia, lo que le valió el reconocimiento de ser un precursor del arte moderno. En su serie Los desastres de la guerra, Goya retrató la brutalidad y el sufrimiento de los soldados y civiles, creando una poderosa crítica social.
Las pinturas negras, creadas entre 1819 y 1823, son quizás algunas de sus obras más impactantes. Estas pinturas, que incluyen obras como El aquelarre y Saturno devorando a su hijo, están llenas de simbolismo y reflejan su visión sombría del mundo, donde la locura, el miedo y la desesperación predominan. Estas obras son consideradas precursores del expresionismo y el surrealismo, y siguen siendo objeto de estudio y admiración.
La obra de Goya no solo se limita a la pintura; también incursionó en la grabado, donde demostró su maestría en la técnica. Sus series de grabados, como Los caprichos, criticaron la sociedad y la política de su tiempo, mostrando su aguda percepción de la corrupción y la hipocresía social. Las láminas de esta serie son aún estudiadas y admiradas por su ingenio y profundidad crítica.
Goya pasó sus últimos años en Burdeos, Francia, donde se exilió tras la restauración del absolutismo en España. Allí continuó creando arte hasta su muerte el 16 de abril de 1828. Su legado sigue vivo, influyendo a generaciones de artistas, críticos y amantes del arte. Su capacidad para capturar la complejidad de la condición humana y su destreza técnica lo han convertido en uno de los grandes maestros de la historia del arte.
En resumen, Francisco Goya es un pilar esencial en el arte moderno, cuyo trabajo no solo refleja su época, sino que también anticipa las corrientes artísticas que definirían los siglos posteriores. Su habilidad para fusionar el arte con la crítica social y política ha dejado una huella indeleble en la historia del arte.