Isabel II
«La reina me pareció atractiva. Irradiaba majestuosidad; pensé que aunque hubiera ocupado un lugar anónimo en el teatro su porte la delataría. Confieso que yo la miraba con cierta predisposición morbosa. ¡Se decían tantas cosas de la reina! La prensa había comentado en distintas ocasionas la falta de armonía entre la pareja real. De vez en cuando, y con disimulo, volvía mi cabeza hacia el palco real y con la protección y ayuda de los gemelos observaba a doña Isabel. Así pude ver cómo en sus ojos, de un intenso azul, se reflejaba la emoción.» Una persona anónima que comparte...