Retrato de un país de mierda
Si esta novela fuera un esqueleto, Martí sería la espina dorsal, los independentistas cubanos y catalanes formarían las extremidades, y el resto de los personajes servirían de costillas. No tendría cabeza. Pero si esta novela fuera un cuerpo, los músculos serían el nacionalismo, el racismo y todos esos ismos necesarios para inventar un pasado que justifique el futuro, eludiendo el presente. La sangre sería la intolerancia y el corazón la «pedagogía del odio»; ese sistema de reclutamiento a largo plazo, que mina la tolerancia, hasta que ese pequeño grupo de personas intolerantes...